Al bajar en la Terminal del Sur se dirigió al Metro Taxqueña para comerse unos tamales y una coca, Pero antes paró en el puesto de revistas y la noticia que gritaba La Jornada lo paró en seco. No puede ser, murmuró para sí. Como un autómata extendió el billete para pagar el periódico y en los andenes, mientras sorbía un trago de la coca en lata, pensaba no puede ser. No leería el periódico en el metro; lo guardaría para el autobús.
Al salir del subterráneo vió la gran Terminal de Autobuses de Poniente y Oriente, la TAPO y caminó hacia allá sin pararse al olor sabroso de los puestos de tacos. Con el boleto en la bolsa de la camisa (de ventanilla, por favor, en medio) se fue al local de libros y buscó y encontró el tomo 6 de Mafalda, que estaba faltando en su colección. Carajo, se dijo mientras sorbía un trago del caliente y sabroso café en la cafetería de la Terminal.
Cruzado de pies, instalado ya en su asiento abrió el periódico y allí estaba la foto, la mejor que le habían tomado. El de por si era bien parecido pero había algunas desafortunadas como aquella en donde está abrazando un gato y está despeinado y con melena, semejando un Rasputín. Esa foto no le hace ninguna gracia o quizá sea la que lo retrata mejor: un loco.”A los seis años mi mamá me dijo que las cosas eran así porque así son; desde entonces busco el significado de las cosas y demuestro que las cosas no son como son”. Eso le había dicho. Algo así. Ciertamente parecía un loco.
Empezó a quererlo desde la secundaria cuando supo de la piedra de sacrificios y el motociclista despertaba y se volvía a dormir para entrar o salir de la pesadilla. Tiempo después mantuvo el contacto y conoció a sus amigos, todos misteriosos, como metidos en un mundo que subyace en el nuestro. Pero, cabrón, porqué tenía que ser así; esta noticia.
Cuando volviera, dentro de unos veinte días, pasaría a dejar una colaboración para Bandera Socialista (buenos amigos estos, Aguilar Mora y Pedro Peñaloza, Ricardo Pascoe y otros) Y en su imaginación aparecieron las calles húmedas de Jalapa. Allí, mañana, buscaría a Charly; a ver si había tiempo de meter algo en P.O.R.-COMBATE, el medio de difusión de los troskos de la Liga Obrera Marxista. Nuestros primos, se dijo con orgullo recordando que él era de los originales, los troskos del 68 y del 76.
Cómo fue que Vero se juntó con Charly. Ella no quería saber nada de política ni mitotes de la revolución. Digo, aguantar la presencia de Carlos hablando solo de la revolución y del gobierno obrero y campesino. Ella con unos chorcitos ajustados y una cinta alrededor de la cabeza; una verdadera amazona. Charly con barba y cabello desordenado, con playera y pantalones de mezclilla, recién egresado de Filosofía y ella de contaduría; nada que ver.
Ah, se dijo, al recordar la boca de Vero. Se quitaba la playera y se le atoró en el cuello, trastabilló unos pasos y fue a dar a la ventana, como si una mano la jalara. En el piso quedó boca arriba, como si viera la ventana de aquel edificio, como si deveras pudiera ver las puertas del cielo. El infierno es lo que veía al sentirse perseguida por alguien que anda por ahí, alguien con armas secretas, como un tenebroso final de juego. Topo Rojo la veía como un modelo para armar, con las piezas regadas como los carros en el calor del medio día de una autopista bloqueada que no permite avanzar ni retroceder. Ah, se dijo de nuevo al saborear otra vez aquella boca. O quizá por el remordimiento que causaba pensar en Charly. Pero las cosas son como son, se dijo.
Atravesó la calle para tomar un taxi: A las Ánimas, le dijo al chofer mientras el zigzag del limpiador iba y venía sobre el parabrisas. Cuándo cabrón dejará de llover aquí. Pero era mejor así. En la mochila asomaba el periódico doblado. De reojo vió la fecha: 13 de febrero de 1984. Un día después de la muerte de Cronopio.
2 comentarios:
la neta no le entendí nada
jefe, saludos
TA BIEN CHINGON,
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