lunes, octubre 03, 2011

EL PROFESOR TEOFILO

Fam Salas

El Profr. Teófilo Salas, Chavaruiz y la Profra. Lavinia Martínez

Hace unos días estuve en la casa del Profesor Teófilo Salas y tuve oportunidad de platicar con él y con la maestra Lavinia. . Qué tarde tan bonita pasé en esa charla con ellos y con algunos de sus hijos. No sé. La imagen que yo tenía del maestro y la maestra era la que guardo de mi niñez: los adultos, los papás de Teofilito, Mary. Romancito, Joselito y Juan Carlos. Ahora están casi todos ellos y la familia se ha hecho numerosa por los casamientos y los nietos. Me acuerdo que a su casa, cuando vivían en la Anáhuac, asistíamos los chamacos a ver los partidos del América. Allí comprábamos cubitos y volvíamos a la cascarita de futbol en la calle Florida. De sus hijos, Teófilo jugaba. Los demás estaban chiquitos y no jugaban. Ni Mary, porque las mujeres no jugaban futbol todavía

Yo siento admiración por el Profesor Teófilo: llegó en 1954 a estas tierras y de inmediato se puso a dar clases en la escuela Semi-Urbana Juan Álvarez. Procedía de Ayotzinapa y daba clases a los de tercer año aunque en los años en que ejerció la docencia dio a varios grados. Finalmente, cuando el Profesor Constantino Sánchez dejó la dirección de la Escuela el nombramiento recayó en el Profr. Teófilo Salas. 21 años de maestro y 25 en la dirección de la escuela. Quién puede negar que esta persona no oriunda de Atoyac ha dado lo mejor de sí mismo en bien de nuestro pueblo. Aquí se casó con la maestra Lavinia Martínez, hija de doña Juana Reyes y don Emigdio Martínez. Procrearon cinco hijos que son una parte de mis amigos de la niñez, todos ellos personas de bien, que son de provecho para la sociedad, un orgullo para sus padres.

El Maestro ahora pasa por algunos problemas de salud propios del paso de los años. Pero allí está, sencillo, honorable. La maestra Lavinia también está retirada de la docencia, habiendo servido muchos años en la Secundaria 14. Estoy en su casa porque a raíz de una visita que me hicieron el Maestro Román y su esposa Aurelia, hablando de los diversos tipos de pozole, quedamos que me iban a invitar al pozole de camagua. Hoy se llegó el día y estoy probando ese pozole: a pesar de la segura ventazón que voy a agarrar ( el pozole lleva frijoles, maíz y carne de cerdo) me está gustando. Que tarde tan bonita, llena de recuerdos. Todos ellos guardan algo de ese tiempo, una memoria, una imagen, una palabra. Al final le he pedido al maestro y a la maestra que acepen tomarse una foto conmigo que es la que ilustra este relato. Han aceptado muy amables. Antes de levantarme de la silla echo una mirada a la familia reunida en la mesa y me detengo en los ojos del profesor Teófilo. Y pienso: “bienaventurado el hombre que no anduvo en consejo de malos…Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae”. Al despedirnos aprieto cariñoso las manos de todos ellos y en la del maestro Román y su esposa la Dra. Aurelia dejo también un agradecimiento por haber propiciado esta tarde maravillosa en que he recordado mi niñez cuando “creo que, entonces, yo era feliz”.

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