lunes, octubre 03, 2011

Los cocoles de Memo

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Los cocoles de Memo son el sueño de todos nosotros. Memo también es el ídolo, Somos Memo. Hace unos cocoles grandotes, con brillantes colores del papel de china que compra donde Don Bone. Se sale a las raíces del Tamarindo y allí pule las varillas de hueso de palapa que son el armazón del cocol, muy raras veces hace culebrinas. Les pone rezumbador y navajas en la cola y luego los vuela. Algún chamaco se “lo tiene” más o menos a la altura de donde vive Adolfo y Memo le va soltando cuerda desde donde está parado, enfrente de la casa de doña María Galindro. Luego hace la trompa con la boca y empieza a llamar al viento: “Viento, viento, viento”, es lo que dice con el chiflido. Y cuando el viento llega Memo grita ¡SUELTALO! Y jala y maneja el carrete del hilo del Oso y allá va, hacia las nubes, el cocol de Memo. Y nosotros vamos alzando la mirada a medida que se va elevando. Y cómo rezumba de bonito. En el cielo ya hay otros cocoles de otros chamacos que desde más temprano ya tienen sus papalotes en el aire. Los vuelan más o menos de donde María Segrero. Pero si vemos el cielo hacia el sur, hay otro montón de cocoles que vienen. Estos los vuelan desde alguna azotea del centro. Allá arriba empezará la batalla de los cocoles, para eso se le ponen las navajas a la cola, para trozarles el hilo a los demás. Los que van perdiendo se van sueltos llevados por el viento y por la calle Anáhuac y la calle División del Norte empiezan a correr los chamacos para ver donde queda el cocol encajado y bajarlo y apropiárselo. El dueño, generalmente, no lo pelea, lo deja para los que corren, los que no sabemos hacer cocoles así pero queremos uno. Yo a lo más que llego es a volar faroles, un papel de china doblado y con hilos de coser lo vuelo. El farolito no se eleva ni por arriba de mi cabeza pero aun así soy Memo e imito el rezumbido de los cocoles con la boca. Cuando se vuelan cocoles hay que tener cuidado cuando uno se va haciendo para atrás mientras el papalote se eleva. Es que a la altura de la casa del Profesor Teófilo hay un muro que hicieron para detener la arena que las lluvias bajan por el zanjón de la calle Anáhuac. Allí ya se han caído algunos porque al ir para atrás de repente pisas el vacío y ¡pacátelas!

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