Hace algunos años, allá por 1990. Cuando ya las PC’s tenían diez años de estar en el mundo, en un medio rural como el de Atoyac era muy remoto que alguien tuviera una en su casa. Acá los ciber’s no existían y la banda ancha tampoco.
Entones me aventé a pedirle un préstamo a mi jefe (Manuel Chupín, por si llega a leer esto) y poder comprarme una computadora personal. Me acuerdo que le ocasionó risa y aún se burló: “¡já! , ya me imagino a Chavita escribiendo en la computadora un litro de leche, un kilo de carne, tres tomates, etc. Ja j aja”.No se pudo. Además causé baja al siguiente año.
Mi primer contacto con las computadoras lo tuve allá por 1976 cuando el Inmecfé dotó a sus Delegaciones de equipo de cómputo. Entonces llegó una computadora grandísima, como del tamaño de un escritorio y muy alta. Llegaron dos ingenieros y mediante concurso se me asignó a mí su operación: se llamaba Grabadata. Allí se capturaban las pólizas mediante un teclado y se utilizaban tarjetas perforadas, el almacenamiento era en cinta magnética que se guardaba en estuche como las películas del cine viejo. Se enviaban a la Oficina Matriz y nos era devuelto un listado de pólizas y los cuadros financieros principales.
Posteriormente, ya casi en 1990 asistí a un curso básico de computación y la cosa ya había avanzado: ahora era el sistema MSDOS y el almacenamiento era en discos magnéticos de 5 ¼ “. Pero seguí con el gusanito de las PC’s y por fin las conocí en la Pepsi y operé una a escondidas.
Mi primera PC la tuve hasta el 2000 gracias a visionarios de mi pueblo que se esforzaban por poner a Atoyac a la altura de otras ciudades. Entre estos debo nombrar a Pedro Arizmendi que arriesgó capital y tiempo y puso un cíber con conexión satelital. A él le compré mi primera PC a plazos. Paralelamente, el Ing. Abonce se aventuraba también a dejar su matriz en una escuela de computación, ponía la suya, su taller y un cíber
Hoy, quien lo duda, las PC’s son imprescindibles y no precisamente para anotar los litros de leche o kilos de carne o tomates sino que vinieron a reemplazar a las máquinas de escribir, las calculadoras, las hojas tabulares y tantas cosas. Parece que las materias de taquigrafía y mecanografía ya desaparecieron de las secundarias.
Pero quiero referirme a los blogs, para qué. Tener un blog para qué.
Hay de diversos tipos. Y los que tienen más éxito son aquellos cuyos dueños tienen conocimientos de programación y computación. Estos se pueden meter a las entrañas del ordenador y dar tips a los neófitos sobre cosas tan sencillas para ellos pero tan peliagudas para los que se van adentrando en la difusión de las ideas por internet.
Los foros es otro rollo. Los más visitados son los de informática y los de política. Y últimamente están abundando los sitios en donde se pueden publicar fotos y comentarios breves. También tienen éxito los sitios de redes sociales como hi5 y otros por el estilo. Pero estamos en lo de los blogs, para qué.
Cada quien baja las escaleras como puede, aquí se trata de difundir tus ideas, tus sentimientos, algo que tu tienes que decir, del tema que sea. Si lo leen, bien; si no, también. Todos quisiéramos que nuestras ideas fueran conocidas por la mayoría. Se trata de difundir, de publicar.
Es una necesidad del ser humano: expresarte. Al ser necesidad quiero decir que sucede como todas las cosas que son necesarias: si no se dan, algo pasa. No hay temblor, no pierde el América, no te deja tu pareja. Pero algo pasa. Es humano.
Por eso nos cae bien aquella persona que cuando estamos con ella nos escucha, por eso tienen éxito aquellos que saben escuchar: porque todos queremos que nos escuchen, sacar lo que llevamos dentro.
Y si le puede servir a otros, mejor. Por eso los blogs: para expresarnos. Para extrovertirnos y no introvertirnos. La psiquiatría y psicología se sustancian en eso, dejar que el paciente hable. El blog, un espacio en internet, sirve de maravillas para eso.
El caso de “Chavaruiz, una historia pendiente de contar” empezó como una obligación académica: Atlantic International University, la universidad on line en donde pensaba obtener el título de contable, pide que se publique. Y así nació mi blog. Pero finalmente ha degenerado: ni seguí en lo académico por motivos que después contaré y ahora estoy metiendo muchas anécdotas personales.
Es que yo creo que cada ser humano tiene tres obligaciones fundamentales: tener hijos (si no propios, adoptados), plantar un árbol ( si más, mejor) y escribir un libro (si no puedes empastarlo, imprimirlo como libro “decente”, gracias a Dios, existe el internet).
Por eso este blog, por eso promuevo que lo visiten. Y yo correspondo visitando muchos blogs de amigos que me dan su dirección.
Y además, si se puede, más adelante voy a ensartar todas estas anécdotas y las publicaré en forma impresa.
¿Qué importancia tiene lo que escribo?
Son historias. A mis cincuenta años me han pasado muchas cosas: unas tristes, otras bonitas y muchas chistosas aunque el chiste se lo vea ahora que el tiempo ha pasado. Sí, yo también Confieso que he vivido. Lástima que Neruda me ganó el título.
Tienen un valor personal. Nadie experimenta en cabeza ajena. Pero yo creo esto: examinadlo todo, retened lo bueno.
Imagen tomada de
http://www.computerhistory.org/brochures/search.php?s=160&#
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