domingo, mayo 25, 2008

EL SEÑOR CLAVÉ



---Chava, tú nunca te vas a casar
--- ¿por qué?
---Porque estás bien feo.
Yo me sonreí y participé discretamente de la broma. Pero a uno de los presentes le pareció de mal gusto. Y dijo “respóndele, Chava; dile “si te casaste tú, entonces todavía tengo esperanzas”


Rosendo Clavel Pano era muy bromista con todos pero conmigo más. Llegó a la empresa dentro del equipo que trajo Samuel Gurwitch Soloff y Adolfo Acevedo Herrera, a fines de 1973. Eran los tiempos de Fausto Cantú Peña al frente del Instituto Mexicano del Café (INMECAFE) y esta institución era una de las pinzas para quitarle las banderas a la guerrilla de Lucio Cabañas: Tanques de guerra, Represión, Servicio Social del Ejército y dinero, mucho dinero a través del Inmecafé. Soplaban vientos de cambio en la empresa. Saliero huyendo los que estaban y llegó Gurwitch, un judío-mexicano, y se hizo cargo de la Delegación de Inmecafé. Todavía recuerdo su discurso en el asoleadero de Inmecafé: “¡CAMBIOS!”, gritaba ante una multitud y Cantú Peña Presente.


Gurwitch me tomó afecto y entre todos me eligió como su confidente (esto es un eufemismo para decir que me escogió como informante: nunca le dije nada de interés), me comentaba cosas de su misión: cambiar al Inmecafé para que fuera una verdadera empresa de servicio a los productores del grano. En una de esas me dijo “voy a traerles un contadorazo, un super-contador”. Y Sí, a los pocos días llegó una persona de unos treinta y dos años. La primera imagen que tuvimos de él fue desastrosa: venía vendado, había tenido un accidente (y parece que por alcohol). Este era Adolfo Acevedo Herrera y también estuve muy cercano a él. Hasta hoy, a mis cincuenta años, cuando he visto y tratado a muchos contadores, creo que no he visto uno como Adolfo Acevedo, con esa pasión por la contabilidad, por la administración. Eso le admiré y le sigo admirando. Claro que tenía sus asegunes: era borracho, parrandero y jugador; un hombe de mucho mundo. Era un ser humano, pues. Hace unos días tuvimos contacto por correo electrónico y le comenté eso. Un día Acevedo me dijo que iba a llegar otro contadorazo, un paisano mío, compadre suyo, que vivía en Acapulco. Y llegó Clavel.


Rosendo Clavel tiene sus raíces en la sierra de San Vicente de Benítez (o de Jesús). Pero esutudió contaduría en la Universidad de Puebla y allí se hizo amigo de Adolfo Acevedo. Adolfo lo llamó a colaborar en Inmecafé como Contador General. El contador chingón era Acevedo pero delegaba en Clavel y era bueno también.

Clavel me enseñó a elaborar las balanzas de comprobación y los comparativos presupuestales. Porque el registro en los libros diarios eso me lo enseñó Victorio, un contador de Chiapas que se integró al equipo. Clavel también me tomó afecto.

No sé cómo se enteró que a mí me gustaba la mota y un día me dijo “¿Chava, te la quieres tronar?”
Yo dudé un instante pero el vicio pudo más y le dije “ora, sale”. Entonces Clavel me dijo “ayúdame”. Y le ayudé a vaciar dos cigarrillos de manera que quedaran libres de tabaco en la punta. Yo lo hice muy bien porque estaba acostumbrado. Pero Clavel tomó los dos cingarros y se los llevó a la cocina. Regresó con los dos cigarros ya rellenos y con un nudito en la punta, “para que no se escape nada”, me dijo.
Los encendimos y empezó a oírse la tronadera. Clavel los rellenó en la punta no con mota sino con sal de cocina. Así que imaginen la tronadera de la sal y Clavel cagándose de la risa al ver mi furia. Era mi jefe pero de todos modos le dije “no mame, señor Clavel”


Dejé el vicio de la mota pero me metí de lleno en el alcohol: mis maestros: Acevedo, Victorio, Clavel y otros que se pegaban a las juergas, del equipo que llegó de Puebla con Acevedo. Muchas historias de borrachers que otro día les contaré.
Fui a la boda de Clavel en Acapulco. “¿Ya pa’qué te casas, hijo de la chingada?” le decía su compaíto Acevedo. Y es que ya tenían doce años de novio con la flamante esposa. Estuvo bonita la boda. Yo me separé pronto de la fiesta y me fui a seguir la borrachera en otro lugar.


Rosendo Clavel Pano, chaparrito, con algo de carencia de pelo en la delantera de la cabeza, barrigón, la frente marcada por arrugas. Pero tuvo su asegún con una atoyaquense chaparrita bonita. Es que siempre hay un roto para un descocido.


Mucho tiempo después Inmecafé se disolvió (lo desapareció Salinas). Yo me encontré a Clavel en las escaleras del viejo Ayuntamiento de Atoyac, ahora Dif. Allí platicamos un poco y nos acordamos de algunas anécdotas. Un gran amigo.

Hoy me siento deprimido (jueves 22 de mayo) porque hace unos momentos mi comadre Maricela me comentó que Rosendo Clavel Pano falleció antier. Era diabético y estuvo encamado. Algo relacionado con la cirrosis. No supe que estaba enfermo si no hubiera hecho lo posible por visitarlo. Se que le hubiera dado gusto. Pero, chingao, nunca sé nada a tiempo. Ahora solo pude escribir esas líneas en su memoria.


Aquí pongo esta foto: en primer plano está Clavel de camisa blanca, no se le ve la cara. Luego está el Sr. Acevedo, Victorio y en la cabecera de la mesa, empinando el codo, un servidor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos, soy el hijo de Adolfo Acevedo y además ahijado de Chendo Clavel y Samuel, me dio mucho gusto leer tu blog

Chava Ruiz dijo...

Me da gusto a mí leer una líneas del hijo de Acevedo